EL SECRETO DE LA FELICIDAD En
1943, las fuerzas de ocupación japonesas llevaron a cientos de
los que llamaron "enemigos nacionales". --norteamericanos
y europeos-- a un campo de concentración en la provincia china
de Shantung. Éstos tuvieron que soportar meses de hacinamiento,
frustración, hastío y temor. Las personalidades chocaban
y las riñas eran frecuentes. Había
entre ellos un hombre descrito por uno de los prisioneros como "sin
duda la persona más solicitada, respetada y amada en el campo".
Se trataba de Eric Liddell, un misionero de Escocia. Una
prostituta rusa -también prisionera-, dijo más tarde que
Liddel fue el único hombre que alguna vez le hiciera un favor
sin esperar nada a cambio. Cuando llegó al campamento, sola y
despreciada, él le brindó ayuda. Otro
prisionero recuerda: "Tenía un carácter tan amable
y simpático, que suavizaba los temperamentos más irritables". En
una airada reunión, todos exigían que alguien hiciera
algo por los incansables adolescentes que estaban causando muchos problemas.
Liddell presentó una solución: Organizó juegos,
manualidades y clases para los muchachos, y se reunía por las
noches con ellos. Liddell
había conquistado fama y gloria en los Juegos Olímpicos
de 1924, ganando una medalla de oro en la carrera de 400 metros. Pero
en ese presidio demostró que era también un triunfador
en la carrera cristiana, conquistando la admiración de la mayoría
de los detenidos. ¿Qué lo hacía tan especial? Si usted hubiera estado allí, podría haber descubierto su secreto. Se levantaba a las seis de la mañana y, pasando calladamente junto a sus compañeros dormidos, se sentaba junto a una mesa y encendía una pequeña lámpara que iluminaba su diario y su Biblia. Eric Liddell buscaba gracia y fuerza cada día en las riquezas de la Palabra de Dios. 1.
EL LIBRO GUÍA PARA EL ESTILO DE VIDA CRISTIANO La
Biblia fue escrita como un libro guía para el cristiano. Está
llena de historias de gente que tuvo que enfrentar los mismos desafíos
que nosotros tenemos cada día. Conocer esos personajes bíblicos
-sus gozos y tristezas, sus problemas y oportunidades-, nos ayudará
a madurar como cristianos. El
salmista David describió nuestra diaria dependencia de la Palabra
de Dios, comparándola con lo que nosotros una linterna: "Lámpara
es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino". -- Salmos 119:105.
(A menos que se indique algo diferente, los textos bíblicos
en esta Guía de Estudio son de la versión Reina-Valera
revisada en 1960.) La iluminación que recibimos de la Biblia cada día nos aclara las cualidades que más necesitamos en nuestras vidas y los principios de crecimiento espiritual. Sobre todo, la Biblia nos presenta a Jesús, la Luz del mundo. La vida tiene sentido solamente cuando Jesús brilla en ella. 2.
UNA AMISTAD TRANSFORMADORA Cristo
anhela que la Biblia sea tan real para usted, como lo es una carta personal
de un amigo cercano. "Os
he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre,
os las he dado a conocer". -- S. Juan 15:15. Jesús
desea lo mejor para nosotros. Su Palabra nos introduce en el círculo
íntimo de Dios, formado por aquellos en quienes él confía
e instruye personalmente. "Estas
cosas os he hablado para que en mí tengáis paz".
-- S. Juan 16:33. Para
sentir esta paz y segura relación con Cristo, necesitamos leer
las cartas que nos envía: la Biblia es la correspondencia del
cielo. No la deje sin abrir. El mensaje transformador que usted necesita
está en la Palabra de Dios. Este es un testimonio típico del impacto de la Biblia: "Necesitaba ayuda, y la encontré en Jesús. Todo fue suplido. El hambre de mi alma quedó satisfecho. La Biblia es para mí la revelación de Cristo. Creo en Jesús porque él es para mí el Salvador divino. Creo en la Biblia porque he encontrado que es la voz de Dios que habla a mi alma". -Elena G. de White, El ministerio de curación, pág. 366. 3.
LA BIBLIA SE RESUME EN LOS DIEZ MANDAMIENTOS Una
breve mirada a los Diez Mandamientos nos ayudará a comprender
por qué son la base indispensable para vivir correctamente. Los
Diez Mandamientos se dividen en dos partes: los primeros cuatro definen
nuestra relación con Dios, y los últimos seis explican
nuestra relación con el prójimo. Se encuentran en Éxodo
20:3-17. Los
dos primeros mandamientos definen nuestra relación con Dios y
su adoración. 4.
LO QUE JESÚS DIJO SOBRE LOS DIEZ MANDAMIENTOS Un
día, un joven entusiasta se acercó a Jesús y le
preguntó: "Maestro bueno, ¿qué bien haré
para tener la vida eterna?" (S. Mateo 9:16). Cristo vio que ese
joven luchaba con un problema de dinero, y le aconsejó desprenderse
de sus posesiones y "guardar los mandamientos" (vers. 17). El
joven trató de evadir el diagnóstico de Jesús sobre
su problema, preguntando de qué mandamientos hablaba. El Maestro
citó algunos (vers. 18-19), pero el joven rico se fue muy triste
(vers. 20-22). Aceptaba mentalmente los Diez Mandamientos, pero no podía
obedecer el espíritu de la ley abandonando su vida egoísta. Los
Diez Mandamientos nos muestran los límites para que haya una
relación saludable con Dios y con nuestro prójimo. Jesús
señaló la obediencia como el camino para el verdadero
gozo: "Si
GUARDAREIS MIS MANDAMIENTOS, permaneceréis en mi amor; así
como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su
amor. ESTAS COSAS OS HE HABLADO, para que mi gozo esté en vosotros,
y VUESTRO GOZO SEA CUMPLIDO". -- S. Juan 15:10-11. El
libro de Eclesiastés nos dice cómo buscó Salomón
la felicidad. Se afanó por encontrarla en las riquezas del mundo.
Construyó lujosas casas, diseñó hermosos jardines
y plantó huertos y árboles de frutos deliciosos. Multiplicó
su servidumbre. Se rodeó de todas las cosas materiales que una
persona pueda desear. Pero no encontró la felicidad. Finalmente
dijo: "Miré...
todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que
tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción
de espíritu". -- Eclesiastés 2:11. Después
trató de encontrar felicidad en los placeres del mundo: vino,
mujeres y música. Y concluyó: "Vanidad
de vanidades, ...todo es vanidad". -- Eclesiastés 12:8. Salomón
en su juventud había comprobado que Dios era bueno. Y cuando
comparó su vida de obediencia pasada con su incansable esfuerzo
posterior para encontrar la felicidad en el pecado, pronunció
este veredicto: "El
fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus
mandamientos; porque esto es el todo del hombre". -- Eclesiastés
12:13. Al
final de su vida, Salomón fue suficientemente sabio como para
admitir su error. Presentó su fracaso ante el mundo con la esperanza
de que su experiencia pudiera salvar a otros del mismo error. Por eso
aconseja: "Mas el que guarda la ley es bienaventurado". -- Proverbios 29:18. 6.
LOS DIEZ MANDAMIENTOS: UNA GUÍA INDISPENSABLE DEL NUEVO TESTAMENTO En
el Nuevo Testamento el apóstol Santiago afirma: "Porque
cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se
hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio,
también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes
adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. Así
hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados
por la ley de libertad". -- Santiago 2:10-12. Charles
Spurgeon, el gran predicador bautista, declaró: La ley de Dios
es una ley divina: "Santa, celestial, perfecta... No hay un mandamiento
de más, no hay uno de menos; es tan incomparable que su perfección
es prueba de su divinidad". John
Wesley, uno de los fundadores de la Iglesia Metodista, escribió
acerca de la naturaleza de la ley: "La ley moral [está]
contenida en los Diez Mandamientos. Él [Cristo] no la abolió...
Cada parte de esta ley permanece obligatoria para toda la humanidad
en todas las edades". -Sermones, tomo 1, págs. 221-222. Billy Graham, el predicador evangélico más respetado, cataloga los Diez Mandamientos en forma tan elevada, que escribió un libro acerca de su importancia para el cristiano. 7.
PODER PARA OBEDECER La
Biblia y los Diez Mandamientos son una guía eterna, indispensable
y perfecta para vivir feliz. Una dama lo expresó de esta manera:
"Creo que los Diez Mandamien-tos están vigentes, y estoy
segura que guardarlos conduce a la felicidad. He tratado de hacer lo
mejor para obedecerlos, pero no puedo lograrlo. Estoy comenzando a creer
que nadie puede hacerlo". La
tendencia humana es tratar de guardar los mandamientos de Dios; pero
la respuesta frustrante, "¡No puedo!" viene del corazón
no regenerado. ¿Por qué? Aquí está la respuesta
bíblica: "Por
cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no
se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden". -- Romanos 8:7. ¿Cuál
es, entonces, el propósito de la ley de Dios? "Porque
por medio de la ley es el conocimiento del pecado". -- Romanos
3:20. La
función de la ley es guiarnos a la profunda convicción
de que estamos irremediablemente perdidos y que necesitamos de un Salvador.
"De
manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin
de que fuésemos justificados por la fe". -- Gálatas
3:24. ¡Jesús es la respuesta! Una vez que lleguemos impotentes a los pies de Cristo, por la fe podemos recibir poder de él para obedecer la ley. 8.
LA OBEDIENCIA VOLUNTARIA A LOS DIEZ MANDAMIENTOS Jesús
nos dice que la obediencia es el resultado del amor. "Si
me amáis, guardad mis mandamientos". -- S. Juan 14:15. Si
amamos a Dios, obedeceremos los primeros cuatro mandamientos que definen
nuestra relación con él; si amamos a la gente, obedeceremos
los últimos seis mandamientos que conciernen a nuestra relación
con los demás (ver S. Mateo 22:36-40). Quien
pisotea los Diez Mandamientos, peca: "Todo
aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado
es infracción de la ley". -- S. Juan 3:4. Pero
gracias a Dios que tenemos un Salvador que vino a este mundo y murió,
resucitó y ahora vive con un solo propósito: "Y
sabéis que él apareció PARA QUITAR NUESTROS PECADOS,
Y NO HAY PECADO EN ÉL". -- Vers. 5. El
Señor nos perdona y quita nuestro pecado (1 S. Juan 1:9), y promete
darnos su amor para que vivamos en el amor -el gran antídoto
para una vida de egoísmo y pecado: "EL
AMOR DE DIOS HA SIDO DERRAMADO EN NUESTROS CORAZONES por el Espíritu
Santo que nos fue dado". -- Romanos 5:5. Por nosotros mismos no podemos guardar la ley de Dios. El amor de Dios "derramado en nuestros corazones" es nuestra única esperanza. 9.
LA GRACIA DE DIOS Y LA OBEDIENCIA A LA LEY La
salvación es un don de Dios. No podemos ganarla. Sólo
podemos aceptarla por fe. Recibimos justificación (una posición
recta delante de Dios) como un don de la gracia divina que también
alcanzamos por fe. "Porque
POR GRACIA SOIS SALVOS por medio de la FE; y esto no de vosotros, pues
es DON DE DIOS; no por obras, para que nadie se gloríe".
-- Efesios 2:8. No
podemos esforzarnos para ser salvos. Pero cuando vamos a Jesús
con fe y sumisión y somos salvados, su amor llena nuestros corazones.
Como resultado de su divina gracia y aceptación, se intensifica
nuestro deseo de seguir y obedecer a Cristo por el poder de su amor
en nuestros corazones. El apóstol Pablo indica la futilidad del
esfuerzo humano e indica que la ley no es el camino a la salvación,
sino estar "bajo la gracia". "¿Pecaremos,
porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera".
-- Romanos 6:15. ¿Por
qué? Porque un corazón motivado por el amor produce una
vida de obediencia (Romanos 13:10). Amar a Cristo es obedecerle. "El
que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama".
-- S. Juan 14:21. Eric
Liddell demostró que, aun en las peores circunstancias, el creyente
que está conectado con el poder de Dios puede vivir una vida
de contentamiento y obediencia. Él lo demostró en momentos
difíciles. Su relación con Cristo lo capacitó para
cumplir "la justicia de la ley" (Romanos 8:1-4). Una relación
de amor con nuestro Salvador produce esa calidad de vida. ¿Ha descubierto ese secreto? El amor de Jesús por usted hizo que él diera su vida por sus pecados y ahora le ofrece darle el poder de su amor y hacerle apto en toda buena obra para que haga su voluntad. (Hebreos 13:21). ¿Cuál es su respuesta?
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