SU HOGAR EN EL CIELO

Cuando Marco Polo regresó a su hogar en Venecia después de estar varios años en el Lejano Oriente, sus amigos pensaban que estaba loco. ¡Contaba cosas increíbles!

Marco Polo había estado en una ciudad llena de plata y oro. Había visto piedras negras que ardían, y una tela que no se quemaba aunque la arrojaran al fuego. Hablaba de enormes serpientes con mandíbulas tan grandes que podían tragarse a un hombre; de nueces del tamaño de la cabeza de un hombre, blancas como la leche por dentro, y de una sustancia que brotaba de la tierra, que servía para encender las lámparas. Ninguno había oído antes de carbón ni asbestos, ni visto cocodrilos, cocos o aceite mineral. Sus oyentes se reían de sus historias.

Años más tarde, cuando Marco Polo agonizaba, un hombre devoto lo urgió a que se retractara de las historias que había contado. Pero el moribundo respondió: "Todo es verdad. En realidad, no he contado ni la mitad de lo que vi".

Los escritores de la Biblia que nos hablan de cómo es el cielo, parecen repetir los sentimientos de Marco Polo. En visión contemplaron un lugar tan resplandeciente e increíble, que sólo podían describir una parte muy pequeña de lo que veían. Nosotros también nos enfrentamos a un desafío similar al de los amigos de Marco Polo: tratar de imaginarnos los "cocodrilos y los cocos" que nunca hemos visto, porque las vislumbres de la Biblia nos dicen que el cielo es mucho más que sentarse en las nubes y tocar arpas.

1. ¿ES EL CIELO UN LUGAR REAL?

Jesús ahora está preparando un lugar real para nosotros en un cielo real.

"No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí (Jesús). En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; VOY, PUES, A PREPARAR LUGAR PARA VOSOTROS. Y si me fuere y os preparare lugar, VENDRÉ OTRA VEZ, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis". -- S. Juan 14:1-3. (A menos que se indique algo diferente, los textos bíblicos en esta Guía de Estudio son de la versión Reina-Valera revisada en 1960).

Jesús vendrá por segunda vez para llevarnos a un hogar perfecto en una ciudad celestial gloriosa, que supera nuestros más grandes sueños: la Nueva Jerusalén.

Después que hayamos vivido por mil años en el cielo, Cristo nos traerá a nuestro hogar: el planeta Tierra. Antes de que la Nueva Jerusalén descienda del cielo, el fuego purificará todo el mundo. Nuestro planeta renovado será el hogar permanente de los salvados (Apocalipsis 20:7-15).

¿Cómo vio Juan los eventos finales en el Apocalipsis?

"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios". -- Apocalipsis 21:1-3.

Después que esta tierra sea purificada por el fuego que quemará toda contaminación, ¿quienes ocuparán la Tierra Nueva?

"Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad". -- S. Mateo 5:5. (Ver también Apocalipsis 21:7).

Cristo promete restaurar el mundo que él creó perfecto, a la belleza original del Edén, y entonces "los mansos heredarán la tierra".

2. ¿TENDREMOS CUERPOS REALES EN EL CIELO?

Cuando Jesús apareció a sus discípulos con su cuerpo glorificado, después de resucitar, ¿cómo se describió a sí mismo?

"Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo". -- S. Lucas 24:39.

Jesús tenía un cuerpo real. Por eso invitó a sus discípulos a que lo tocaran (S. Juan 20:27). En esa ocasión caminó, entró en una casa, habló con la gente y comió comida común (S. Lucas 24:43). El cielo del que la Biblia nos habla es mucho más que un lugar de seres espirituales etéreos. No es un lugar de fantasmas. Está habitado por gente real que disfruta vida física y espiritual. Nuestros cuerpos en el cielo serán gloriosos.

"Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas". -- Filipenses 3:20-21.

Nuestros cuerpos en el cielo serán tan sólidos y reales como el cuerpo de Cristo cuando resucitó.

¿Reconoceremos a nuestros familiares y amigos en el cielo?

"Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido". -- 1 Corintios 13:12.

En el cielo nos conoceremos en forma total. Nos entenderemos y apreciaremos más profundamente de lo que fue posible en este mundo.

Los discípulos de Jesús lo reconocieron en su cuerpo celestial por las características que les eran familiares (S. Lucas 24:36-43). María lo conoció junto a la tumba por el tono familiar de su voz cuando la llamó por su nombre (S. Juan 20:14-16). Cuando los dos discípulos que iban a Emaús vieron la manera en que su invitado bendecía el pan, lo reconocieron como su Señor (S. Lucas 24:13-34).

Los redimidos están seguros de participar en el cielo de reuniones emocionantes "cara a cara". Imáginese el gozo de reconocer la sonrisa especial de su esposa, o la voz familiar de un hijo que usted depositó en la tumba. Tendremos una eternidad para estrechar lazos de amistad con las personalidades más fascinantes del universo.

3. ¿QUE HAREMOS EN EL CIELO?

Habrán muchos desafíos en el cielo y desarrollaremos diferentes actividades. ¿Cómo diseñaría usted la casa de sus sueños?

"Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra... Porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo... Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas... y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos". -- Isaías 65:17-22.

Jesús ya está preparando hogares en la Santa Ciudad, la Nueva Jerusalén, para cada uno (S. Juan 14:1-3; Apocalipsis 21). Estos versículos sugieren que también diseñaremos y construiremos otros hermosos hogares en terrenos de incomparable belleza. Y, ¡quién sabe que altas técnicas nos esperan en una civilización perfecta creada por Dios! Nuestras proezas científicas y los viajes espaciales parecerán un juego de niños cuando exploremos "la casa de nuestro Padre", que abarca el universo entero.

¿Disfruta usted con el ruido atronador de una catarata, la tranquilidad de los quietos prados, la lluvia fecundante de los bosque y las delicadas flores?

"Ciertamente consolará Jehová a Sión: ...cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en el huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto". -- Isaías 51:3.

Dios transformará la tierra en el paraíso original. No habrá más contaminación ni sequía; los lagos serán cristalinos, los árboles majestuosos y las montañas no tendrán precipicios.

No sólo las bellezas del mundo serán superiores a las de ahora, sino también nuestra capacidad para apreciarlas. Los "primeros veinte minutos de realidad" se extenderán en una eternidad mágica. Algunos piensan que siendo que en cielo no habrá problemas que resolver o desafíos que superar, ¿qué nos mantendrá en acción?

La escritora cristiana Elena G. de White nos lo explica así: "Allí los intelectos inmortales contemplarán con eterno deleite las maravillas del poder creador, los misterios del amor redentor... Toda facultad será desarrollada, toda capacidad aumentada. La adquisición de conocimientos no cansará la inteligencia ni agotará las energías. Las mayores empresas podrán llevarse a cabo, satisfacerse las aspiraciones más sublimes, realizarse las más encumbradas ambiciones; y sin embargo surgirán nuevas alturas que superar, nuevas maravillas que admirar, nuevas verdades que comprender, nuevos objetos que agucen las facultades del espíritu, del alma y del cuerpo. Todos los tesoros del universo se ofrecerán al estudio de los redimidos". -El conflicto de los siglos, pág. 736).

4. ¿AMENAZARÁ EL MAL AL CIELO NUEVAMENTE?

Al hablar de la Nueva Jerusalén, el apóstol San Juan escribió:

"No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero". -- Apocalipsis 21:27.

Dios eliminará completamente el pecado y sus terribles consecuencias. Cuando Jesús vuelva "seremos como él" (1 S. Juan 3:2). La naturaleza de los redimidos será transformada, y las gracias celestiales persistirán para siempre.

"Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron". -- Apocalipsis 21:4.

Hasta el mayor enemigo, la muerte, desaparecerá. En el cielo de eterna juventud los redimidos serán inmortales (1 Corintios 15:53); nadie sufrirá los efectos de la vejez.

El cielo destruirá y revertirá los resultados del pecado. ¡Imagínese lo que sentirán los que han sufrido toda su vida con impedimentos físicos!

"Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos y los oídos de los sordos se abrirán... el cojo saltará como un ciervo y cantará la lengua del mudo". -- Isaías 35:5, 6.

5. ¿CUÁL SERÁ LA EMOCIÓN MÁS GRANDE EN EL CIELO?

Piense en lo que será ver al Señor del universo cara a cara.

"He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios". -- Apocalipsis 21:3.

El Dios Todopoderoso será nuestro compañero y maestro. ¡Qué gozo sentiremos al sentarnos a sus pies! Piense lo que significaría para un músico estar unos pocos momentos con Beethoven o Mozart. Imagínese cómo atesoraría un científico la oportunidad de sentarse con Albert Einstein, o cuánto apreciaría un pintor si pudiera hablar con Miguel Ángel o Rembrandt.

Pero los redimidos tendrán un privilegio mucho mayor: podrán conversar con el Autor de toda la mœsica, la ciencia y el arte.

"Así pues, de luna en luna nueva y de sábado en sábado, vendrá todo el mundo a prosternarse ante mí -dije Yahveh". -- Isaías 66:23, Biblia de Jerusalén.

En el centro de la Santa Ciudad estará el gran trono blanco de Dios con un arco de esmeralda sobre él. Su rostro brillará como el sol en todo su esplendor. Bajo de sus pies habrá un mar de cristal que se extenderá en todas direcciones. Y sobre él, los redimidos se reunirán para alabar a su Creador.

"Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sión con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido". -- Isaías 35:10.

Allí hay Uno cuya bondad es eterna. Su fidelidad, paciencia y compasión permanecerán.

6. ¡USTED DEBE ESTAR ALLÍ!

Jesús anhela encontrarse con usted cara a cara. Es por esa razón que estuvo dispuesto a rescatarle del pecado a un precio tan alto. Aproveche el regalo que le ofrece. Haga un compromiso con Cristo, como Señor y Salvador. Usted necesita el perdón que le está ofreciendo desde la cruz, porque:

"No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero". -- Apocalipsis 21:27.

Jesús nos libra del pecado, no en el pecado. Debemos ir a él y separarnos de todo lo sucio e impuro. Es nuestra contraseña para entrar en su reino, y ese reino puede tener su comienzo en su corazón ahora mismo. Cuando Cristo nos libra del pecado, crea en nosotros un pequeño cielo. Él puede ayudarnos a sobrellevar la ansiedad, la angustia, la lujuria, los temores y el sentido de culpabilidad que nos agobia. La esperanza del cielo no es una vía de escape para los problemas de la vida; la esperanza del cielo crea un cielo aquí en la tierra.

Nada tendrá un impacto mayor en su vida ahora, que una confiada relación con Jesucristo. El apóstol Pedro describe el impacto de una vida de fe con estas palabras:

"A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, OS ALEGRÁIS CON GOZO INEFABLE Y GLORIOSO; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas". -- 1 S. Pedro 1:8-9.

Todo esto... y el cielo también. ¿Ha descubierto la clase de vida abundante que Cristo quiere que usted experimente? No rechace esta amorosa invitación:

"Y el Espíritu [Santo] y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente". -- Apocalipsis 22:17.

Jesús está hablando ahora a su corazón. Él lo invita: "¡Ven! ¡Ven! ¡Ven!" No podría ser más vehemente ni más insistente. Si no lo ha hecho todavía, esta es la gran oportunidad para meditar en su oferta. ¿Por qué no decirle que acepta su don amoroso y que desea estar con él en la eternidad? Dígale que lo ama. Agradézcale por todo lo que ha hecho y está haciendo por usted. Entréguese sin reservas. Incline su cabeza en este momento, y diga: "Jesús, mi Señor, vengo a ti. Te entrego todo mi ser. Estaré contigo para siempre. ¡Amén!"

 

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